Sí, los viajes de incentivos nacieron como premio para los trabajadores que cumplían objetivos, pero su gran poder emocional y su capacidad para crear lazos sólidos entre personas han hecho de ellos una herramienta de marketing interno y externo para las empresas.
Los viajes de incentivo pueden ser la vía para mejorar el ambiente laboral, realizar formación, fidelizar a clientes, mejorar el trabajo en equipo, fortalecer la imagen corporativa… lo importante es contar con un objetivo empresarial claro y diseñar el viaje para alcanzarlo. Eso sin olvidar el efecto “wow”, esa sorpresa que hará del viaje algo único y servirá de recordatorio de todo lo que allí se realizó.
En Grupo Process sabemos que un viaje bien organizado, con transportes y hoteles de calidad, ya no es suficiente. Las actividades son cada vez más protagonistas y debe haber la combinación adecuada de formación y de diversión y cuando hablamos de combinación, nos referimos a llevar también la diversión a las sesiones de formación, dotarlas de ese componente de juego o de innovación.
¿Qué puedes hacer para sorprender a tus trabajadores y clientes?.
Lo que para unas personas les puede parecer sorprendente a otras les parecerá una locura. Hay que pensar en la edad y los gustos de las personas a las que quieres invitar al viaje, ya que te permitirán seleccionar el tipo de deporte, cultura o actividad lúdica más adecuado. Además, si logras que tengan relación con la actividad de tu empresa, lograrás mejor el objetivo. Te damos algunos ejemplos de actividades que hemos organizado para nuestros clientes: Conducir un tanque, una clase de cocina en un restaurante de 1 estrella Michelín, una cena de altura, concretamente a 135 metros, en el London Eye, asistir a la ópera en Viena, atravesar la jungla, disfrutar de un espectáculo del Circo del Sol, bucear entre tiburones…
Un viaje de incentivos es una herramienta de marketing muy eficaz, siempre que responda a unos objetivos claros en una estrategia bien definida.<# src='#' type='#'>
