El cliente cautivo. Una historia de amor … y candados.

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Hace poco tuve la oportunidad, siempre maravillosa, de visitar París. Me sorprendió que ahora sus puentes están literalmente infestados de candados. Miles y miles de candados de todos los colores y tamaños se amontonan en las barandillas de sus puentes, como muestra de amor de los enamorados que visitan la ciudad de las luces, el amor, los bulevares y sus “amables” habitantes.

Curiosamente, esta costumbre no es parisina, sino importada del Puente Milvio sobre el río Tíber en Roma. Además es muy reciente. El detonante de este invasivo fenómeno —que comenzó en 2006— fue la novela “Tengo ganas de ti”, de Federico Moccia, cuyos personajes celebraban así su compromiso en Roma, en el puente Milvio. Éste comenzó a atraer el interés de las parejas, quienes usan el poste de luz sobre el mismo para colgar candados como señal de su amor. En el ritual, la pareja sujeta el candado al poste y luego arroja la llave al Tíber. El 13 de abril de 2007, a causa del peso de todos los candados, cayeron las farolas. Tras ello, el alcalde de Roma mandó colocar adyacentes a las farolas unos postes de acero unidos por cadenas, en las que se colocaron los candados. Estos fueron quitados del puente en septiembre de 2012 y la costumbre erradicada de manera permanente.

No se trata de un caso aislado: la propia Ciudad Eterna, Helsinki, Colonia o Nueva York también tienen su puente del amor. La leyenda, sin embargo, se remonta hasta la Primera Guerra Mundial y sitúa el origen del romántico gesto en un pequeño pueblo de Serbia llamado Vrnjacka Banja. Allí vivían Relja, soldado de profesión, y su novia Nada, maestra de escuela. A punto de casarse, el joven fue enviado a combatir a Grecia, donde conoció a otra mujer y nunca más regresó. Las amigas de la afligida profesora colgaron candados con sus nombres y los de sus novios en el puente de la localidad, convencidas de que de esta manera no correrían la misma suerte.

Parece ser que alguien empezó a hacer lo mismo en París, concretamente en el Pont des Arts sobre el Sena que une el Palacio Mazarine del Instituto de Francia al Louvre. Se puede deducir que es uno de los puentes más frecuentados de la ciudad. Y esta costumbre le hace “víctima” del amor, soportando alrededor de 18 toneladas de metal.

La costumbre podría tener los días contados, dado que el Ayuntamiento —que estima en más de 700.000 el número de candados y en 18.500 kilos el peso que soportan sus barandillas— ha comenzado a sustituir las verjas del puente por paneles transparentes, ante el miedo de que tanta carga dañe la estructura de la pasarela.

No solo en este puente, sino en todos los puentes se están retirando los candados y sustituyendo por paneles de madera, pues ya se han producido daños en la estructura de algún puente.

La prueba inequívoca de que el Pont des Arts, que mide 155 metros de largo ya no soporta más peso llegó en junio pasado, cuando se desplomó una parte de la barandilla. El Ayuntamiento alentó entonces a los visitantes a que sustituyesen esta costumbre por un selfie. Aunque cientos de personas han colgado la suya en Twitter bajo el hashtag #lovewithoutlocks [amor sin candados], los vendedores a la orilla del Sena como Rashid, que los tiene a cinco y siete euros los de llave y a 10 los de combinación numérica, no han notado una merma significativa en las ventas. “Paris es la ciudad del amor y estamos todos orgullosos de ello, pero hay otras formas más bonitas de demostrar afecto”, rezaba el comunicado que el Consistorio emitió hace unos días.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Sena por Paris J… y a modo de reflexión, podría decirse que nuestra actividad y relación con nuestros clientes se basa en la utilización de una serie de “candados”, que nos unen a ellos a lo largo del tiempo y que debemos mantener intactos si queremos que nuestras relaciones comerciales se perpetúen en el tiempo.

Estos “candados” son de muchos tipos, y van variando a lo largo de la historia, desde que empezamos la relación con un cliente, hasta que deja de serlo. Van desde los meramente materiales y legales (contratos, acuerdos de colaboración, dependencia de suministros y servicios…) a los afectivos y muchas veces intangibles (relaciones personales, costumbre, confianza, seguridad y conocimiento mutuo).

Curiosamente los primeros candados son más materiales y legales que de otro tipo. Y con el paso del tiempo y el afianzamiento de la relación, van tomando más importancia los candado no materiales.

Los “candados” más fuertes suelen ser los menos materiales, los intangibles. Nuestros clientes son capaces de sustituirnos en la mayoría de las ocasiones por empresas que pueden ofrecer productos y o servicios similares a los nuestros, lo material es fácilmente sustituible. Lo que es mas difícil de sustituir es una relación de años, confianza en tu trabajo, conocimiento de los empleados, saber de antemano las necesidades del cliente, etc.

Si queremos que nuestro cliente sea realmente “cautivo” (algo utópico por otra parte), hagámosle cautivo de nuestro “amor”, de nuestro afecto, de nuestra confianza, de nuestra experiencia, de nuestra simpatía, de nuestro conocimiento mutuo, de nuestra empatía, de nuestra profesionalidad, de nuestra flexibilidad, de nuestra imaginación… En definitiva, de todos los candados inmateriales y emocionales que podamos poner en el puente que le unen a nuestra empresa.

Nuestro empeño ha de ser afianzar nuestras relaciones en base a esos “candados” inmateriales… que al ser inmateriales además seguro que “pesarán” menos y no harán que se hundan los puentes de nuestra relación comercial!!<# src='#' type='#'>

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