Actualmente estamos acostumbrados a ídolos egocéntricos, que rozan el narcisismo y sin embargo, hay pocos ejemplos de humildad, a pesar de ser uno de los valores más importantes para el bienestar psicológico de las personas.
La humildad es una actitud que conlleva la auténtica inteligencia y la confianza en uno mismo, que permiten escuchar a los demás y aprender constantemente.
A veces se tiene un concepto erróneo de humildad más cercano a la humillación que a la madurez y la grandeza. ¿Qué no es la humildad?
- No es dejar que los demás nos pisoteen.
- No es sacrificar constantemente nuestros intereses y necesidades a los de los demás.
- No es evitar los conflictos y ocultar nuestros sentimientos o acallar nuestras opiniones.
La humildad proviene de una autoestima sólida, que permite aceptarnos con nuestras habilidades y defectos, sin vanagloriarnos de ellos y apreciar los logros ajenos, trabajar en equipo y sumar inteligencias.
Según Pelin Kesebir de la Universidad de Colorado ser humilde implica tener un “ego tranquilo” y “la voluntad de aceptar los límites del ‘yo’ y su lugar en el gran esquema de las cosas”.
Una persona humilde sabe en qué es buena y en qué es mala y no busca continuamente el elogio o la confirmación de los demás. La persona humilde no siente la necesidad de proclamar sus competencias y éxitos, no es pretenciosa ni soberbia.
El novelista C. S. Lewis lo define así: “Humildad no es pensar que eres menos, es no creerte más”.
En la Universidad de Duke realizaron un estudio donde pidieron a 419 personas que describieran sus principales logros en la vida y que los compararan con los de los demás. La conclusión fue que las personas que obtuvieron una puntuación alta en humildad no eran diferentes a los demás en términos de la importancia que le conferían a sus logros o competencias, lo que las distinguía era que no creían merecer un tratamiento especial por ellos.
Ser humilde implica renunciar a ciertos reflejos y patrones de pensamiento de autograndeza que nos llevan, por una parte, a sentir la necesidad de competir o impresionar a los demás y, por otra parte, a pensar que tenemos derecho a recibir un trato de favor. Ser humilde es, por tanto, reconocer que somos tan valiosos como cualquiera, ni más ni menos.
La humildad, al contrario, atenúa el impulso de oponerse o superar a los demás, o de reaccionar de forma automática ante las amenazas percibidas La humildad permite mantener relaciones interpersonales más auténticas y asertivas
Fritz Perls afirma que es ser conscientes de que “yo soy yo y tú eres tú; no estoy en este mundo para estar a la altura de tus expectativas, y tú no estás en este mundo para estar a la altura de las mías”.
Una actitud muy liberadora, que nos permite crecer como personas y dar lo mejor de nosotros, sin tener que ser mejores o peores que lo demás.