No soy un virus, comentan los chinos en Europa ante el coronavirus

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No soy un virus, comentan los chinos en Europa ante el coronavirus.

El coronavirus también conocido como neumonía de Wuhan ha provocado ya miles de contagios y algunos centenares de fallecidos.

La OMS ya ha decretado la alerta sanitaria mundial, aunque con un llamamiento a la calma, ya que el índice de mortalidad es del 3%. Una tasa más baja que la de la gripe en España, que durante la temporada de 2017-2018 causó 991 muertes entre los 5.997 casos graves hospitalizados confirmados de gripe, llegando al 5,7%. También es más bajo que la anterior  epidemia del coronavirus conocido como SARS que se extendió en 2002 y 2003, con una tasa de mortalidad del 10%.

Lo importante es evitar que este virus afecte a toda la población china que reside en el mundo. Algunas personas se cambian de acera al ver a un ciudadano chino, los restaurantes de comida asiática han visto descender el número de sus clientes y sus tiendas también registran menos ventas.

Ese miedo al contagio no tiene en cuenta que la mayoría de los residentes chinos en España ni siquiera han viajado a su país natal en años y, además, todos los productos que utilizan en los restaurantes son de origen español.

En Francia y Canadá, las personas de origen asiático se han manifestado en las redes sociales para repudiar las expresiones de discriminación en su contra que se han incrementado ante los temores de la propagación del coronavirus. Algunos de ellos llevan una pegatina que dice “No soy un virus”. Incluso la propia Embajada de China en España ha alertado sobre esta situación, explicando que el enemigo es el coronavirus y no lo chinos. 

Los chinos, un gran negocio

Los chinos ocupan el primer lugar, con un total de 149,7 millones que viajaron al extranjero en 2018 frente a los apenas 10 millones que salieron de su país en el año 2000. A España llegaron 869.000 turistas chinos el pasado año y su principal actividad fueron las compras. El gasto medio del visitante chino se sitúa en 2.563 euros, una suma que está muy por encima de la del turista alemán (1.052 euros) o el francés (651 euros).

Por eso y muchas más razones, hay que seguir acogiendo a los visitantes chinos con cariño y sin temor y por eso también, entre otras cosas, no se puede renunciar a la libertad de viajar a cualquier destino porque, teóricamente, pueda ser más inseguro. Como demuestra la dura realidad, y recordaba Taleb Rifai, ex Secretario General de la OMT: “Ningún país es inmune o totalmente seguro”.

Los españoles que viajan a China aumentan cada día, aunque aún estamos lejos de otros destinos. En 2019 han sido algo más de 150.000, creciendo a un ritmo de 8% anual, pero el país merece mucho más. Sus 5.000 años de historia, con una superficie que es 20 veces la de España, el primer país del mundo con más Patrimonio de la Humanidad, su cultura inigualable, sus variados paisajes naturales majestuosos, su rica gastronomía, su imagen moderna de rápido desarrollo… con 30.000 kilómetros de vías de alta velocidad (dos tercios del total mundial), con decenas de miles de hoteles dan para mucho. No hay que dejar de viajar a China.

Porque si los que amamos viajar, y estamos convencidos de que “el turismo sea el mejor vehículo para la paz” como dijo Juan Pablo II, nos amedrentamos, cambiamos los planes de viaje o nos quedamos en casa, de alguna forma estamos siendo cómplices del objetivo de los terroristas o de los virus malignos. Uno de sus grandes presidentes y padre de la Constitución estadounidense, Benjamín Franklin dijo: “Cualquier sociedad que renuncie a un poco de libertad para ganar un poco de seguridad no merece ninguna de las dos cosas”.

 

 

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