Compromiso, una palabra muy repetida y poco utilizada

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Desde hace una década, “compromiso” es la palabra que con más frecuencia oigo repetir en el entorno laboral y empresarial.

¿Será quizá también porque las relaciones laborales hoy en día, no significan un acuerdo de trabajo estable y a largo plazo, entre el empleado y la empresa?

Etimológicamente, comprometer, significa “prometer-con”, es decir, una promesa que se hace conjuntamente con otro, vinculando a ambos al cumplimiento de la misma. De esta manera, novia y novio, o empleado y empresario, prometen cumplir un fin común, conjunta, perdurable y solidariamente. ¿Chocante hoy en día, no?

Me parece que es por esto, por lo que el compromiso tiene tal poder y valor para el hombre de hoy, pues requiere una fuerte dosis de audacia, coraje y determinación. Estas son virtudes algo escasas en nuestro cambiante y acelerado mundo actual.

Pero hoy quiero compartir una definición de compromiso, brillante y genial, que leí hace años en un maravilloso libro llamado La Paradoja, de James C. Hunter.

La novela cuenta la historia de John, director general de una gran fábrica en Estados Unidos, que al final de los años 90 alcanza la cima en su vida personal y profesional.

De repente, todo empieza a irle fatal; los sindicatos protestan y le hacen frente en la fábrica, sus colaboradores le vuelven la espalda, la empresa experimenta problemas, y su jefe está muy molesto. Su esposa le reprocha distanciamiento y falta de diálogo y su hijo se vuelve rebelde.

Pero lo peor de todo, es que empieza a tener miedo y pesadillas por las noches, en ellas aparece recurrentemente un viejo monje, que le apremia a hablar con un tal Simeón, nombre que en absoluto le es familiar.

En ese estado de cosas, el pastor de su parroquia le recomienda irse de retiro a un monasterio Benedictino para reflexionar a cerca de su vida, problemas y buscar posibles causas y soluciones.

Al llegar se entera de que, entre los 30 monjes del monasterio, está el hermano Simeón, como el personaje de sus pesadillas.

Además, el hermano Simeón, fue un famoso directivo retirado, lo que provoca en John el enorme deseo de hablar con él en privado. Pero el abad lo impide porque rompería la regla monástica.

Sin embargo, hermano Simeón es el moderador de las reuniones que el grupo de participantes del retiro, iban a tener para hablar del Liderazgo.

En una reunión sale el tema del Compromiso, como elemento consustancial del Liderazgo, y la diferencia entre estar implicado y estar comprometido. Hablaron de que se puede estar implicado en muchas cosas, pero solo en unas pocas se puede estar comprometido.

Entonces surgió el ejemplo de un plato de huevos fritos con beicon, en el que la gallina está implicada, pero el cerdo está comprometido.

La implicación supone participación, más o menos activa, en una actividad o proyecto, mientras que el compromiso requiere involucrarse, para bien o para mal, con el resultado obtenido, asumiendo sus consecuencias.

El ejemplo del beicon me parece del todo acertado, pues comprometerse supone un cierto grado de sacrificio o renuncia personal a los deseos propios, en pos de lograr el mejor resultado final del proyecto. Así cada uno de los participantes comprometidos, no se limitan a dejar su aportación (implicación), ni pugnan por alcanzar su propio objetivo (poder), sino que colaboran en lograr el mejor objetivo para todos.

Antonio Iturmendi, formador de Grupo Process, Socio Director de AIM Formación y Consultoría, Representante Autorizado de Crestcom International en España y Profesor de Gestión y Desarrollo de Personas, en la Universidad Francisco de Vitoria.<# src='#' type='#'>

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